sábado, 16 de mayo de 2015

En Pampatar también se alimenta el espíritu




La presencia de establecimientos de comida en Pampatar es notoria. Desde restaurantes de lujo hasta tarantines, con una oferta culinaria que va desde los tradicionales platos de pescados y mariscos hasta las propuestas de fusiones gourmet.


Pero en la calle Joaquín Maneiro hay una casa de arquitectura colonial con un letrerito que dice “Casa amarilla”. Es un taller de artes plásticas que los viernes en la tarde cede su espacio a la poesía. Para no desentonar con su entorno, es un espacio que también se dedica a la misión de alimentar, pero en este caso no al cuerpo sino al espíritu.


Una veintena de personas de todas las edades y oficios empezamos a reunirnos cada viernes, convocados por Leopoldo Plaz, y lo haremos religiosamente durante cuatro meses para disfrutar de la promesa de este taller de escritura poética: la experiencia en la palabra, la que nos hace compartir, comprender, amar. 

Una vez que se entra a ese sencillo salón con objetos de arte en las paredes y un pizarrón vertical, toda la realidad queda atrás. La sesión da inicio a las 5:30 de la tarde y todos se esfuerzan por llegar a la hora. Después nadie tiene prisa por salir. 

En este rincón de Pampatar, cada viernes se produce el acercamiento a la palabra desde los sentidos. El libro de Hanni Ossott titulado “Cómo leer la poesía” es nuestra brújula en esta aventura, que la propia escritora ha definido como “la instancia más sagrada de la literatura, es la conexión con lo divino. En la narrativa podemos establecer una distancia a veces insondable entre nosotros y lo escrito; en la poesía no hay posibilidad de distancia entre nosotros y el texto. El texto es una geografía de nuestra alma, es en definitiva, la esencia de nuestra naturaleza”.



El cañón de Las Calderas: paraíso paleontológico de la Isla de Cubagua



En Venezuela, existen localidades que se han preservado y cuentan su historia a partir de las evidencias que quedan plasmadas en las formaciones rocosas y los suelos.  Representan un documento geológico muy valioso con información que data de hace millones de años.



Es el caso del cañón de Las Calderas, al noroeste de la Isla de Cubagua, estado Nueva Esparta en Venezuela, un oasis con yacimientos paleontológicos que han servido para entender los ambientes en los cuales fueron depositadas las rocas que representan lo que geológicamente se conoce como “Formación Cubagua”, es decir, una formación del Período Neogeno, de la edad Mioceno Tardío y Pleistoceno Temprano.



Estudios geológicos indican que la historia geológica de Cubagua empieza hace unos 5 millones de años, cuando la porción de tierra que ocupa estaba invadida por el mar, poblado de arrecifes coralinos, invertebrados, peces y hasta delfines, según se ha podido corroborar gracias a fósiles encontrados en la isla.



La erosión de millones de años ha quedado grabada en las rocas del cañón de Las Calderas, con escarpes de hasta 60 metros de alto. En la base de este paraje, con escasa vegetación xerófita, se puede apreciar a simple vista una inmensa muestra paleontológica que incluye invertebrados fósiles, donde destacan los moluscos (gasterópodos y bivalvos), con cantidades menores de briozoarios y fragmentos de equinodermos, parte de la fauna que predominaba en este sector de Cubagua que hace 5 millones de años estaba cubierto de agua.



“Las muestras paleontológicas existentes en el cañón de Las Calderas tienen una composición muy diferente tanto de especies como de familias. Una composición faunística tan heterogénea indica que las aguas poseían condiciones favorables para la productividad biológica”, expresa el Coordinador de la Unidad de Paleontología del Museo Marino de Margarita, Juan Capelo.






Menciona como ejemplo del rico ecosistema marino reinante hace 5 millones de años en Cubagua, la presencia de dos familias de bivalvos, los pestínidos y las ostras, con unas 30 especies derivadas. “Se caracterizan por alimentarse de plancton, el cual depende de una alta productividad acuática, la cual viene dada por propiedades hidroquímicas de cierto tenor: temperaturas bajas y alto nivel de nutrientes”, apunta Capelo.



Destaca que muchas de las muestras que están presentes en este oasis fosilífero de la Isla de Cubagua, proceden del Océano Pacífico, correspondiendo a una etapa geológica anterior al cierre del Istmo de Panamá. Otro dato que aporta el experto es que el 80% de las especies de gasterópodos que se consiguen en el cañón ya están extintas en el Atlántico y el Caribe. De ese 20% restante que sigue vigente, la mitad está restringido al Golfo de México y la costa este de Estados Unidos. El otro 10 por ciento está presente en el Océano Pacífico Meridional.



 “El gran valor paleontológico del cañón de Las Calderas viene dado por el hecho de ser un ambiente que se ha mantenido sin mayores cambios desde hace millones de años”, concluye.





La construcción de una embarcación la tenemos dibujada en la mente





El maestro Lucio Marín nos espera sentado en un banquito de madera, la noble materia prima que está desparramada por doquier en esta carpintería de barcos hechos a mano. Sí, a mano, sin que medien máquinas complicadas, manuales ni planos, porque en este reducto de la tradición, el conocimiento viaja de manera oral y el artesano demuestra su destreza dando forma y figura a ese recurso que fue parte de un árbol y al cabo de unos meses será poesía convertida en nave que faena en el mar.
Desde 1988 es el propietario de la “Carpintería Don Daniel” - así se llamaba su padre - uno de los tres astilleros que existen en la Península de Macanao, donde comparte el honor de ser uno de los artífices de la mayor flota artesanal dedicada a la pesquería del pargo y mero en Venezuela.
A los 87 años, Don Lucio ve transcurrir gran parte de la jornada, desde que sale el sol hasta su ocaso, sentado sobre un madero o una banqueta a cierta distancia de la enramada. El vigor físico que el almanaque le ha quitado ha sido reemplazado por la experiencia donde el curtido ojo evalúa y la voz emite sentencia: va bien o va mal.
Nació en la población de San Francisco, el 10 de marzo de 1928. Un pisciano a quien los astros y las circunstancias lo han mantenido siempre cerca del mar. Su educación formal llegó hasta segundo grado de primaria. Antes de los 20 años se inició en la pesca, primero en Boca del Río y más tarde - año 51 - en el estado Falcón para trabajar las aguas, rebosantes de pargo y mero, de la Goajira colombiana, Aruba, Curazao y archipiélago de Los Monjes.
Regresa a la Península de Macanao en el año 59. Continúa con la pesca, pero el interés se va desplazando hacia un terreno más virgen: la construcción de embarcaciones. “Sentía que no era difícil para mí y me dieron ganas de empezar a trabajar eso. Hablé con Cándido Hernández, quien tiene su varadero aquí en Boca del Río, y le pregunté si podía trabajar con él. Fue mi principal maestro. El trabajo de la carpintería me entusiasmó mucho. Cuando ya tenía 9 años trabajando con él, se me metió en la mente que yo iba a hacer una embarcación para mí. Eso fue en el año 73”, cuenta el maestro.
Decidió debutar en grande: un parguero de 18 m. de eslora, 5.20 m. de manga y 2.20 m. de puntal. “Lo hice poco a poco, trabajando los domingos, porque en la semana seguía trabajando en el varadero. Lo que me pagaban daba para dar de comer a la familia. Ya tenía esposa y dos hijos. En un banco del gobierno pedí un préstamo de 250 mil bolívares para comprar el motor y terminar el barco. Demoré 5 años en construirlo. Lo vendí y eso me dio para hacer dos más; los vendí también y empecé por mi cuenta”, recuerda.
Las autoridades del concejo municipal de aquel entonces le otorgaron legalmente el terreno que hoy ocupa. Construyó un pequeño cuartico con bloque, techo de zinc y piso de cemento para guardar equipos y herramientas, el cual todavía permanece en el lugar, destartalado. “No lo he querido eliminar porque es fruto de los primeros esfuerzos”, dice.
¿Cuántas embarcaciones ha construido a lo largo de su vida?
- Son bastantes. El carpintero no sólo construye una embarcación, también la remodela, la repara, la amplía. Yo creo que por mis manos han pasado como 50 embarcaciones, de las que he construido. Y muchas más han pasado para ampliarlas y repararlas. No es mentira lo que te estoy diciendo. Y para construir y todo eso, usamos la práctica. No usamos teoría para eso. 
-   ¿No hay planos? 
Aquí no hay planos, sólo medida y vista. Tener cuidado, concentración. Nosotros aquí no tenemos teoría, pura práctica. La construcción de una embarcación la tenemos dibujada en la mente. Nosotros no estudiamos esto, pero esto tiene sus principios. Cuando un barco sale de aquí, sale con su motor instaladito y alineado, porque si no queda perfectamente alineado a su eje, no está bien. Una cuadrilla de trabajadores se dedica a construirlo. Todos saben carenar y calafatear, pero no a todos les gusta hacerlo. Entonces hay quienes sólo se dedican a calafatear. No todos saben alinear la máquina. Lo hace el que sabe. En una embarcación, cada quien se dedica a lo que más sabe y le gusta…
-   Antes de comenzar la construcción de una embarcación, ¿hace algún croquis, dibujo, cálculos?
- Nada, muchacha, nada (risas). Tú llegas acá y me dices: señor Lucio, yo quiero que me haga una embarcación. Te pregunto yo: ¿cuántos metros? Tú me dices, supongamos, 14 metros, y ya yo sé lo que tengo que hacer. Lo tengo en la mente. Sé la medida que debe llevar la manga (ancho) y el puntal (profundidad) para que quede perfecto. Si la medida de manga y puntal no son correctos, no tiene estabilidad.
-     ¿Y esos cálculos los hace en algún papel o cuaderno?
-    No mija (risas). ¡Lo hago aquí!
Ese “aquí” es el piso de cemento rústico donde el maestro está justamente haciendo una multiplicación con un lápiz de color. Realiza la cuenta en voz alta, mientras va escribiendo los números en azul. Para que no queden dudas de que el piso es la plataforma de su trabajo teórico, expresado en cálculos matemáticos básicos y dibujos, muestra antiguas líneas y números, que como jeroglíficos asoman al apartar con el pie restos de aserrín, polvo y arena. Aclara que esta fase del proceso requiere de mucha concentración. “Poca bulla, poca conversa”, recalca.
-   ¿Cuánto tiempo lleva construir un barco parguero?
-   Bueno, eso depende de la movida de plata. Si tenemos capital para respaldar el salario de 5 carpinteros, en el lapso de 10 meses tenemos ese barco bien hecho. Se trabaja de 8 a 12 y de 1 a 5, de lunes a viernes. Cuando llueve hay que parar porque no tenemos techo.
-    ¿Estos barcos resisten tormentas en alta mar?
¡Claro que resisten! Por eso hay que tomar en cuenta la estabilidad del barco durante la construcción. Después que se ha colocado el puntal que le conviene a un barco, no se puede abusar y ponerlo más hondo, porque se puede voltear.
-   ¿Es importante el tipo de madera que se use?
- Sí, la madera para barco debe ser seleccionada. Algarrobo, palosano, yaque, roble, araguaney, son maderas duras que sirven para hacer la estructura o esqueleto de la embarcación. Hay otras maderas que sirven para forrar ese esqueleto: pardillo, saqui saqui, sasafrás y otras. Uno no puede meterle una madera agrietada.
-   ¿Cuánto tiempo puede durar un barco artesanal?
-   Eso es según el trato. Si te quedas dormido y chocas contra una roca, no te duró nada (risas).  Según el trato que tú le des, te puede durar 40 años. Esas embarcaciones llevan clavos de cobre en el entablado, desde arriba en la punta hasta donde está la parte curva, para evitar que se oxide.
¿En más de 50 años ha podido enseñarle su arte a muchos jóvenes?
- Mija, bastantes muchachos han pasado por aquí y toditos están construyendo barcos.





Glosario: 
Briche: del inglés “bridge”; puente, superestructura más elevada del barco parguero situada sobre la cubierta donde se halla el puesto de mando y algunos camarotes.
Carenar: en sentido amplio, hacer cualquier tipo de reparación a la embarcación cuando está varada.
Calafatear: operación de llenar las juntas de las tablas con estopa y masilla. En ocasiones también se introduce fibra de algodón o mopa.
Fuente: La carpintería de barcos en la Isla de Margarita. Fernando Cervigón. Oscar Todtmann Editores.