Entre la medialuna
y el café
transcurre una mirada
que la palabra no alcanza a descifrar.
Revolotea, hace guiños,
traza una historia
sin deudos.
sin deudos.
Sobre la mesa
conspiran los gentiles
sabores
de una mañana de enero.
la expectación, la ingenuidad.
La taza humeante concentra
las improbables querencias.
Con ligereza, los dedos abandonan
el plato y van tras otra
porcelana
que también es piel.
Sin sucumbir al trasnocho,
los sueños se degustan
lentamente,
lentamente,
lejos aún de las migajas.
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